Robin amaba las autopi
pero tenía una vaga nostalgia de California:
envuelto en una capa, en los ojos miríadas de estrellas,
corría en las praderas a perseguir el viento.
Robin amaba las guitarras y el mar,
las muchachas de labios dulces y ojos verdes.
Pasaba las tardes en el garage junto a su viejo Chevrolet:
era un buen mecánico, todos lo decían,
pero cuando asía su arco
tenía por flechas los rayos del sol.
Cuando montaba su Harley-Davidson
y se precipitaba sobre la ciudad como una estrella errante,
sus pensamientos era altos como el cielo de California:
entonces, perdido en la noche, Robin soñaba con su amor.
La guitarra en bandolera, el arco en el asiento,
volaba sobre el asfalto devorando kilómetros:
tenía unos viejos jeans y el viento en los cabellos,
y en el corazón una bella muchacha cuyo nombre era Marian.
Cabalgaba su Harley-Davidson como si cabalgara América,
con el cabello de cowboy y las praderas en los ojos:
a veces se detenía en un bar a beber whisky,
después se marchaba con su dulce violencia en el corazón.
ROBIN HOOD de ALLEN GINSGERG
Traducción de Juana Castro
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